¿Una imagen vale más que mil palabras? El mundo visual ha sido una pieza clave de la comunicación desde tiempos inmemoriales. Tan solo tenemos que echar un vistazo a las pinturas de Atapuerca que nos acercaba a la vida cotidiana que tenían entonces o las señales de la antigua Pompeya que indicaban a sus habitantes.
Nosotros somos conscientes de que el cerebro procesa antes una imágen que unas cuantas palabras. Las imágenes constituyen un lenguaje en sí mismo, un medio de comunicación. Las imágenes comunican, son capaces de expresar deseos y necesidades, transmite ideas, sensaciones y situaciones sociales. Constituyen una poderosa herramienta para el desarrollo social, capaz de cambiar actitudes y la opinión pública, a través de partidos políticos, lobbys, grandes empresas y marcas.
Como bien sabemos, nuestra sociedad está fabricada a base de imágenes y fotografías que regalan a la comunicación una credibilidad sorprendente: su compromiso con la verdad, su capacidad de representación de lo real y su extendido uso documental. Crea dichos supuestos una relación de confianza entre el emisor y el receptor. Aunque no siempre las imágenes son tan reales como parecen, ya que pueden encontrarse manipuladas y lograr una interpretación totalmente diferente a lo que en realidad es. La percepción del quien toma la fotografía variará mucho la forma final de la imagen.
Desde la comunicación publicitaria, además de apreciar la veracidad que aporta una imagen, se mira con muy buenos ojos la capacidad de síntesis que una sola imagen es capaz de proporcionar. La fotografía publicitaria tiene un gran impacto visual, está creada a conciencia para llamar la atención del receptor hacia el mensaje y despertar el deseo de adquirir el producto o servicio.
«nuestra sociedad está fabricada a base de imágenes y fotografías que regalan a la comunicación una credibilidad sorprendente»
Además, estas fotografías tienen un alto nivel de iconicidad, el espectador se identifica fácilmente con el universo que crea la publicidad, siempre colmado de belleza, felicidad y perfección. Aquí yace otra gran competencia de la imagen: la de hacer recordar, el público capta los mensajes con sus ojos y queda grabado en nuestra memoria para una posterior utilización.
Por si fuese poco, las imágenes, por su materialización, quedarán para la posteridad como el diario ilustrado en las cuevas de Atapuerca. La imagen es el único ser inmortal. Y nosotros sabemos cómo hacerlo.